Cáncer: “Historia de vida” – Capítulo I –
Ricardo Marín Rodríguez
Colombiano residente en Madrid - España, escritor, investigador de temática migratoria colombiana, fundador y director de la Plataforma "COLEXRET", y autor del libro "Gestión Migratoria Inexistente", de la colección "Colombianos Invisibles"
Después de 3 años de haber vivido la mas grande experiencia de mi vida, he decidido publicar la historia como una contribución especialmente psicológica y de motivación para quienes están y/o han estado en esa situación. Lo mismo que para sus familiares.
No pretendo causar lástima o pesar, como tampoco admiración. Es simplemente un aporte a la humanidad, y un homenaje a quienes desaparecieron físicamente de este mundo a causa de la enfermedad del cáncer, y a quienes han podido superarla.
En los capítulos que daré a conocer a través de mis editoriales en esta Casa informativa no narraré detalladamente todos los pormenores de esta historia de vida, pues los dejaré para plasmarlos en el libro que publicaré el 24 de Julio del año 2022, y que hará parte de mi colección de libros “Colombianos Invisibles”. Ese día se cumplirán los 5 años durante los cuales según la ciencia deben seguirse ejerciendo controles médicos periódicos, pues de acuerdo a las estadísticas, es el tiempo necesario para “descartar” que dicha enfermedad reaparezca. Aunque nunca se sabe. Y no es pesimismo, es una cruel realidad. Los mismos 5 años que le pedí a la vida me permitiera seguir físicamente en este mundo, porque eran los que necesitaba para cumplir dos misiones que aún me quedaban pendientes. De ahí en adelante no tendré nada que envidiarle a los que sigan vivos. Han transcurrido ya 3. Comenzamos:
Cáncer:
“Historia de Vida”
(Primer Capítulo)
Era martes 13, pero para mi era simplemente un día más. No soy creyente de agüeros ni supersticiones. Solo creo en un Dios; pero ojo, en un Dios bello, en un Dios hecho solo de amor y para dar amor. No creo en el Dios bíblico; en ese que pide a sus creyentes el 10% de sus ingresos dizque para su obra, cuando bien sabemos a qué bolsillos van a parar. En ese Dios castigador. En ese que mandó en su nombre a cometer un gran número de fechorías y asesinatos descritos en el libro que supuestamente es inspirado por él. En ese Dios egocentrista que pide adoración. El Dios en el que creo es naturaleza, es alegría, es…¡VIDA!. A ese Dios que veo y siento en la sonrisa de los niños, especialmente en la del “tesoro del abuelo” (mi amada nieta Julieta); lo siento cada vez que me echo un p…vo; lo veo y siento cada vez que veo moverse un árbol; en las coloridas flores; en el agua sin importar lo caliente o fría que esté; lo siento en el calor y el frío; lo siento en la brisa que acaricia mi piel. Desde ese martes 13 lo veo y siento en todas partes. Y desde ese martes 13 creí más en ése Dios. Con el respeto de quienes creen en el bíblico.
Que importaba que fuera martes 13, miércoles 25, viernes 1, o domingo 33, al fin y al cabo la noticia que estaba a punto de recibir no iba a cambiar. Sería la misma, aunque le fuera a dar un vuelco total a mi vida.
A las diez de la mañana de ese bello y soleado día bogotano, partí en un autobús de esos del “transMILLENO”, perdón, Transmilenio, en compañía de uno de “mis muñecos preciosos”…mi Adorado Príncipe (mi hijo el menor), rumbo a la Clínica los Nogales, situada en la autopista norte con calle. 98; y aunque ya presentía que algo maligno traería la noticia que iba a recibir, iba muy tranquilo. Siempre estoy tranquilo ante las adversidades de la vida; algunas veces me asusto cuando ya pasan, no cuando van a suceder o están sucediendo.
Ese día iba a reclamar los resultados de un examen que me habían realizado, más exactamente de una biopsia mediante una endoscopia. Un examen que de seguro si me lo hubiera realizado en España en el mes de Agosto de 2016 cuando me lo ordenaron, no habría recibido ese día la maligna noticia. Pero pudo más el soliviar mi situación económica mediante un trabajo que acudir a esa cita médica. Llevaba mucho tiempo sin trabajar en el País ibérico, víctima de la crisis económica que azotó a España desde el 2008, y la situación se tornaba supremamente complicada, por lo que no podía darme el lujo de rechazar el trabajo que me habían ofrecido por un mes, y donde ganaría unos buenos €€€. Talvez podría decir que por el hambre de coger ese dinero, sucedió lo que sucedió en mi vida, pero no!, mi problema fue el origen de unas irresponsabilidades mayores en mi existencia. De la mayor irresponsabilidad del ser humano, creer que la buena salud es eterna, y no nos interesamos realmente en cuidarla. Desmanes de vicios y de un mal comer.
Cuando los resultados de esos exámenes son como el que a mi me dieron, en el sobre debería venir pintada una calavera, como indicando lo que hay por dentro, y con eso nos ahorraríamos el trabajo de abrirlo y tener que leer su “macabro” contenido.
Lo abrí con la misma ligereza y emoción con que se abre la primera carta de un gran amor, y decía:
“Proliferación difusa de células con morfología en “anillo de sello” sugestiva de carcinoma difuso…gastritis crónica moderada con atrofia y metaplasia intestinal”.
Aunque no entendí un culo del 90% de su contenido, el resto 10% me dejaba claro que tenía cáncer.
Pero teníamos otras diligencias que realizar ese día, ir a recoger mis gafas, y una cita médica por un dolor en mi espalda.
Cuando recibes la noticia de que tienes cáncer gástrico, vale huevo ir a reclamar unas gafas o cumplir una cita médica por un simple dolor de espalda. Eso queda en un plano muy secundario, asi que me limité a indicar que mejor fuéramos a almorzar a la Plaza de Lourdes, en mi hermosa y Amada Bogotá, donde preparan una comida típica y tradicional colombiana que me encanta. Tal vez una de las últimas comidas más deliciosas que me pude haber comido antes de perder mi estómago. Y aunque estaba con mi Adorado Príncipe David, extrañaba internamente, y me dolía muchísimo que no estuvieran en ese momento Mi Amado Rey Fabian, y Mi Amada Reina Jessica (Mis otros dos hijos).
A ese mismo sitio unos pocos meses antes había sido invitado por mi amigo “Pachito”…Francisco Caballero, (Organización Estudio40), rolo de pura cepa y Esposo de mi encantadora y gran amiga Angela Zuluaga “METANOIA”.
Increíblemente, en menos de 8 días tenía una orden de hospitalización. Y fue increíble porque en ese momento las estadísticas decían que a quien le era diagnosticado ese tipo de cáncer, entre exámenes y citas médicas se iban fácilmente entre 6 y 8 meses, incluso en algunos casos más.
En mi caso, no tengo queja alguna sobre el particular. Absolutamente todo el personal de médicos, nutricionistas, enfermeras(os) y en general el personal de trabajadores de las Clínicas Olaya y San Diego se portaron de maravilla. Todos muy profesionales, y con un amplio conocimiento del tema que me aquejaba.
En las primeras páginas, más exactamente en “agradecimientos”, del primer tomo “Gestión Migratoria Inexistente”, de la colección de libros “Colombianos Invisibles”, de mi autoría junto con Lucy Torres, (Descargable aquí), envío mi más sincero saludo de gratitud y elogios para el Gran Equipo de profesionales que hicieron parte de mi caso. Siempre estuvieron ahí, pendientes de los resultados de los exámenes previos que deben tomarse antes de una intervención quirúrgica de esa naturaleza, “Gastrectomía total”, o lo que es lo mismo, extracción total del estómago. Mi más grande reconocimiento, admiración y gratitud a Douval Calderón, médico que me practicó la cirugía, con quien al día de hoy sigo teniendo comunicación directa.
Primero fue un mes en la Clínica Olaya. Exámenes y más exámenes. Eran necesarios para ver el tipo de cirugía que se me debería practicar, buscando la más eficaz para erradicar ese cáncer. Y aunque el personal de médicos de dicha clínica especializados en el tema eran súper buenos, en una reunión con ellos se me planteó una mejor alternativa, como era que me trasladaran a la Clínica San Diego, en la localidad de Teusaquillo de la Metrópolis bogotana, especializada exclusivamente en Cancerología.
El cambio en cuanto a instalaciones y comodidades fue brutal; algo asi como bajarme de un Ferrari y montarme en un Renault 4. Pero a mi me daba igual que fuera un Palacio, un parque o la calle, lo realmente importante es que estuviera en las mejores manos de profesionales que me ayudaran a erradicar de raíz a eso que en un principio llamé “Monstruo”.
Fue como volver a empezar de ceros. Nuevamente la realización de los mismos exámenes que ya traía desde la Clínica del Olaya, y en eso se fue prácticamente otro mes.
Esta historia de vida continuará en los siguientes capítulos.
Ricardo Marín Rodríguez
Fundador y Director “COLEXRET”
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